Alquimia

En busca de un estado de éxtasis y perfecta comunión con la esencia de Ser, un proceso alquímico tiene lugar, donde la influencia de ciertos elementos invisibles transmuta las imperfecciones, volviéndolas puras.

En lo que refiere al alquimista, éste es un auténtico santo, capaz de trasformar en sutil todo estado denso. Domina a la perfección los cinco elementos, tierra, agua, aire, fuego y éter. Es un auténtico crisol, donde él mismo es devorado y transformado. Sus asperezas son pulidas y lo que estaba “verde” es madurado, y todo eso es consumido como alimento del nuevo Ser puro y perfecto.

El proceso de observación sincera y responsable es alquimia pura. Aquí las dudas se convierten en certezas, la confusión se deviene en claridad y la ignorancia es como una nueva semilla en la tierra fértil de la comprensión.

Todo ser humando tiene el potencial de ser su propio alquimista, en busca de la Maestría de Vida, y descubrir en su interior la piedra filosofal, que es el puro Ser en perfecta esencia.

El oro sublime como propósito fundamental del ser humano, es la comunión sagrada con el Amor, es el conocimiento perfecto del Sí Mismo, es el espejo del espejo, donde la imagen del Creador se refleja sin distorsiones.

Cuando te entregas sin resistencias a las fuerzas invisibles de la existencia, en un proceso de indagación con sentido, te vuelves el alquimista de tu propia historia. En compromiso con tu Alma Conciente, transmutas, co-evolucionas, transformas.

¿Acaso el diamante no se engendra en el seno del carbón?

Por Alejandro D. Gatti
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