Es el llamado mal de los tiempos, la zancadilla que nos impide avanzar y obtener lo que más deseamos.
El día tiene la misma cantidad de horas para todos los hombres, sin embargo cuántos de ellos se quejan de no poder realizar lo que se proponen, el culpable para ellos es el tiempo.
¿No será ésta una simple disculpa que pretende absolvernos de nuestras responsabilidades?
Un tiempo bien planificado nos permite dar a cada momento de nuestra vida, el espacio propicio para cumplir con cada una de nuestras metas. La riqueza de nuestro vivir no radica en la cantidad de cosas que hagamos, sino en le eficiencia con que las realicemos, en la satisfacción que se obtenga al final de cada jornada, en la plenitud del gozo por el deber cumplido.
El tiempo no es nuestro enemigo, somos nosotros los que, recelando de él, caemos en la trampa preparada por nuestros desaciertos y falta de control en nuestro diario vivir.
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