La bolsa de problemas

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Cierto día un hombre fue a visitar a su amigo el tendero y lo encontró sumamente agitado. Se habían presentado varias reclamaciones y le faltaba tiempo para atender algunos pedidos urgentes. Al terminar el día, el hombre ofreció a su amigo llevarlo a casa en su coche.

Mientras recorrían el camino, el tendero iba en silencio meditando, parecía molesto por el mal día que había tenido.

Cuando llegaron a la casa del tendero, este, antes de bajarse, extrajo una bolsa de su chaqueta y sopló en ella, tras lo cual el semblante del tendero cambió completamente; en su rostro se dibujó la alegría.

Al ingresar a la casa, los hijos del tendero lo abrazaron y él luego le dio un beso a su esposa y le presentó a su amigo.

Terminada la reunión, el tendero acompañó a su amigo hasta su auto; antes de despedirse, el amigo le preguntó al tendero sobre su comportamiento con la bolsa.

– ¡Ah! –dijo el tendero–, es mi bolsa de los problemas.

– ¿Cómo dices? –inquirió el amigo.

– Te explico –dijo el tendero–. Como no puedo evitar tener problemas en mi trabajo que perturban mi estado de ánimo, trato de que ellos no se instalen en mí o en mi familia. Así que simplemente los guardo en mi “bolsa de los problemas” cada noche cuando llego a casa y en la mañana los saco nuevamente y trato de darles solución.

Mientras regresaba a su hogar, el amigo del tendero meditaba sobre lo que había escuchado y pensó que eso era un buen plan para evitar llevar los problemas laborales a casa.

Autor desconocido

 

Reflexión

Si nosotros también tuviéramos nuestra propia bolsa de problemas, podríamos evitar también los conflictos familiares, peleas o separaciones; seríamos más felices y disfrutaríamos más del tiempo con nuestros seres queridos porque no dejaríamos que un mal día en el trabajo afectara nuestro estado de ánimo.

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