El agua mágica

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1956

En una aldea vivía una pareja que se pasaba todo el tiempo discutiendo. Un día, los vecinos cansados de tantos gritos visitaron a la mujer y le recomendaron que visitara al sabio que residía en lo alto de la montaña y que tenía en su haber un “agua mágica” que curaba todo.

La mujer escuchó el consejo y fue a ver al sabio. Le contó, con lágrimas en los ojos, cuál era el problema con su pareja. Después de escucharla atentamente, el hombre le entregó una botella llena de agua diciéndole:

— Toma esta botella de agua y cuando tu pareja comience a pelear, discutir, maldecir… toma unas gotas de esta botella y mantén el agua en tu boca. No la escupas ni la tragues hasta que tu pareja se calme. Hazlo cada vez que comience la discusión. Si así lo haces, dejarán de gritar, discutir y pelear.

— Gracias —dijo la mujer.

Y regresó a su casa con la botella de agua mágica.

Cuando escuchó que entraba su esposo y comenzaba con los habituales gritos: ¿Dónde estuviste? ¿Por qué no está lista la comida? Sin contestarle, tomó un poco del agua y la mantuvo en su boca, mientras su pareja seguía gritando. Al ver que ella no le contestaba, el hombre calló.

La mujer preparó la comida mientras susurraba una alegre melodía. Después de un rato, nuevamente empezó el hombre a pelear:

— ¡Mira la casa! ¡Está sucia y desarreglada!

Ella, sintiéndose ofendida, quiso responderle; pero, en vez de ello, tomó un sorbo de agua de la botella y guardó silencio.

El hombre, al ver que su mujer no respondía, también guardó silencio.

Y así fueron pasando los días. Cada vez que él comenzaba a discutir, ella tomaba el agua mágica de la botella y esperaba a que él se tranquilice. Y cuando ella tenía ganas de discutir, tomaba el agua mágica y se calmaba. Con el tiempo ambos dejaron de discutir y aprendieron a vivir en paz.

Después de un tiempo, la mujer le contó a su pareja acerca del agua mágica y juntos decidieron visitar al sabio que había cambiado sus vidas.

Después de haber llegado a la montaña, donde residía el sabio, manifestaron su agradecimiento por el favor recibido. Pero éste, tras escucharles, comentó:

— No es agua mágica la que les he dado, sino agua simple. La acción de controlarse es la que les enseñó a vivir sin peleas, dándose tiempo antes de responder, pensando en qué y cómo decir las cosas.

 

Autor desconocido

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