Una mujer solterona es asaltada de pronto por un hombre con cara de pocos amigos. Es de noche y la calle está desierta.
Le juro que no llevo ni dinero ni alhajas conmigo, le advierte.
Eso lo comprobaré yo mismo, responde el malhechor
Y comienza a revisarla meticulosamente.
Después de unos instantes, al no encontrarle nada le dice finalmente: “puede irse”.
Pero la mujer se aferra al brazo del ladrón y le ruega: “Por favor… revíseme un poco más… le daré un cheque…”