Una palabra irresponsable puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar.
Una palabra cruel puede arruinar y derribar todo lo que se había edificado en una vida.
Una palabra de resentimiento puede matar a una persona como si le claváramos un cuchillo en el corazón.
Una palabra brutal puede herir y hasta destruir la autoestima y la dignidad de una persona.
Una palabra amable puede suavizar las cosas y modificar la actitud de otros.
Una palabra alegre puede cambiar totalmente la fragancia y los colores de nuestro día.
Una palabra oportuna puede aliviar la carga y traer luz a nuestra vida.
Una palabra de amor puede sanar el corazón herido.
Porque las palabras tienen vida, son capaces de bendecir o maldecir, de edificar o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o muerte, de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso, de aceptar o rechazar…
Autor desconocido