Grietas pequeñas

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Clara está llena de agujeros.

Al principio ni siquiera reparó en ellos; eran grietas pequeñas, finísimas, había que inclinarse sobre su corazón con los ojos muy abiertos para poder verlas. No sabría decir cuándo empezó a resquebrajarse, ¿fue antes o después de dejar la universidad?, ¿posterior o anterior a la ruptura con su novio?, ¿durante la época en la que aún soñaba despierta o el día que ancló los pies al suelo? A Clara siempre le ha fascinado la gente de fechas, porque ella no es una de esas personas. Le sorprende oír a alguien decir «el día que cambió mi vida…» o recitar todos los cumpleaños familiares de memoria sin titubear.

Si a Clara le diesen una tiza y le pidiesen que trazase una línea que separase esas dos partes de su vida, ni siquiera podría empezar a dibujar.

Así que Clara sobrevive. Se le da bien. Ensaya sonrisas frente al espejo, captura su mejor cara en las fotografías que comparte en las redes sociales, no deja que las sombras la atrapen hasta que acaba el día y siente el abrazo de la soledad y el silencio.

Solo entonces se quita el maquillaje.

Y reconoce su reflejo imperfecto. Recorre con la punta de los dedos las grietas ocultas y ásperas que nadie más puede ver. Se pregunta si algún día llegará la primavera, y entre esos agujeros minúsculos crecerán brotes y flores y ese corazón suyo dejará de ser un desierto.

Microrelato de Alice Kellen, autora valenciana de libros de romance.

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