Un hallazgo sorprendente

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Un hallazgo sorprendente. Había una vez un hombre muy trabajador, en una aldea de campesinos. Tenía unas tierras fértiles y, sin embargo, se veía limitado por un grave problema: no contaba con un pozo. El agua se encontraba muy lejos de su territorio y esto significaba grandes dificultades para él.

Todas las noches tenía que caminar más de tres kilómetros para ir hasta el pozo más cercano. Volvía muy tarde en la noche, con vasijas llenas de agua. Esto le permitía surtir sus necesidades básicas y alimentar la tierra, pero era demasiado agotador. Sus vecinos no le ayudaban.

Harto de esta situación, el hombre decidió cavar un pozo. Era un trabajo demasiado arduo para una sola persona, pero no tenía alternativa. Estuvo más de un mes en esa tarea y por fin lo logró: ahora tenía un pozo desde el que salía agua fabulosa. Un vecino curioso le preguntó por la tarea y el campesino le respondió: “Cavé un pozo y en el fondo encontré a un hombre”.

La noticia se esparció rápidamente por todos los rincones. Causó tal conmoción que el propio rey de aquellas tierras mandó llamar al campesino para que le explicara lo ocurrido. “Mi señor”, dijo él. “Antes de tener el pozo, mis brazos estaban siempre ocupados llevando y trayendo agua. Ahora, mis brazos están libres para trabajar la tierra: he recuperado a un hombre que soy”.

Visto en: lamenteesmaravillosa.com

Reflexión

Muchos de nosotros pasamos nuestra vida resolviendo solo los problemas inmediatos, los que son visibles, y perdemos mucho tiempo. Si nos decidimos a trabajar más duro, en encontrar las raíz de lo que nos sucede, puede que también nosotros tengamos un hallazgo maravilloso: nosotros mismos.

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